martes 19 de enero de 2010

La isla de las muñecas de Xochimilco



En Xochimilco, lugar paradisiaco cercano a México D.F. Existe un lugar de laberínticos canales y solitarias chinampas, pequeñas islas agrestes, en su mayoría deshabitadas y que en su conjunto conforman un pequeño edén para la fauna, los pescadores y, en los últimos tiempos, para los turistas. Pero hay una chinampa que destaca del resto y que hace que cesen las risas y charlas de los turistas al navegar cerca de sus riberas. Se trata de la isla de las muñecas.

Esta peculiar isla fue decorada durante años de este macabro modo por Julián Santa Ana Barrera. Un tipo extraño que murió hace ya unos años pero que será recordado en los canales de Cuemanco por mucho tiempo.

Julián siempre fue un tipo humilde y retraído. Todos los días bajaba al pueblo con su carretilla para vender lo que plantaba en su pequeña isla. Apenas hablaba con nadie y nunca alargaba más de la cuenta sus salidas de la chinampa. Durante un tiempo le dio por pregonar la palabra de Jesús por las esquinas, algo que le reportó algún que otro golpe por parte de los vecinos que veían como una blasfemia que alguien pregonara sin ser sacerdote.

Años más tarde, a Julián le veían recogiendo siempre muñecas de donde las podía encontrar hasta que al final prácticamente desapareció de la vida pública del pueblo.

Su sobrino Anastasio le vendía las hortalizas y según el mismo Anastasio relató, su tío llenó la isla de muñecas para “espantar a los espantos”, luego de que una joven se ahogó cerca de su terreno. Julián le contó que un día en el canal frente a su chinampa una joven se ahogó y desde entonces se oían voces, pasos y lamentos de mujer, por lo que se le ocurrió protegerse con muñecas.

De manera sorprendente cuenta Anastasio, como le decía su tío, que Julián murió en el mismo lugar que la ahogada. Ese día, a principios de Abril de 2001, el anciano se acercó al canal para pescar, mientras le comentaba a su sobrino que una sirena se lo quería llevar, pero él le iba a cantar para que no lo hiciera.

Anastasio se fue a ver las vacas y cuando regresó, ya no había nada qué hacer: Julián había muerto de un infarto y había caído al canal.

Esa chinampa ahora es conocida como La isla de las muñecas; ahí se pueden ver decenas colgadas en árboles y casas. Son tantas que las autoridades planean crear un museo para guardarlas.

Como parte del proyecto ecoturístico en Xochimilco, la actual administración rehabilitará canales y chinampas para atraer más visitantes, quienes podrán realizar actividades como pesca y canotaje y, porque no, visitar la que podría ser la isla más tétrica de México.












Julián Santa Ana. El señor de las muñecas. Fotografía mexadrian

Fuentes:

http://tejiendoelmundo.wordpress.com
www.xochimilco.df.gob.mx
www.absurddiari.com

viernes 15 de enero de 2010

Luces misteriosas sobre la Luna



Para sorpresa de los astrónomos -y muy especialmente de los estudiosos de la Luna- las "luces" misteriosas, desconocidas, siguen apareciendo sobre o en torno de nuestro satélite natural.

Éste fue el caso de las imágenes captadas el 16 de agosto de 1966 desde un telescopio situado en North Dakota (Estados Unidos). En plena zona de sombra de la Luna, los astrónomos observaron atónitos esta gran mancha luminosa. Y lograron fotografiarla. ¿De qué se trata realmente? ¿Estamos nuevamente ante gigantescos ovnis? ¿O se trata de fenómenos luminosos que el hombre ignora?

El asunto, una vez más, fue estudiado e incluido en el proyecto Libro azul de las Fuerzas Aéreas de los Estados Unidos. Fue calificado como el "caso número 10856".

Fuente: http://www.planetabenitez.com

"Avión fantasma" sobre Suecia



Ofrecemos la única foto conocida del paso de uno de los famosos "aviones fantasma" vistos en más de 2.000 ocasiones sobre Escandinavia. La instantánea fue obtenida al final de agosto de 1946, por M.Erick Reuterswaerd, sobre una pequeña isla situada a algunos kilómetros de Estocolmo, en Suecia. El documento fue publicado por varios periódicos suecos, así como por el Daily Telegrahp, el 6 de septiembre del citado año. En julio y agosto, la última oleada de ese año alcanzaba de lleno a los paises nórdicos.

Aquí abajo mostramos una ampliación de la fotografía original.



Fuente: http://www.planetabenitez.com

Los satélites "fantasmas"



Aunque faltaba todavía un año para que el ser humano se asomara al espacio exterior, fue en 1960 cuando, al fin, una Estación de Seguimiento Espacial consiguió fotografiar uno de aquellos satélites "fantasmas" que tanto intrigaban al mundo, y muy especialmente a los norteamericanos.

Esto sucedía el 25 de agosto... Pero volvamos la vista atrás. Ya en julio de 1954, los observadores de la base dc White Sands, en los Estados Unidos, habían descubierto -con la natural alarma, claro- que algunos cuerpos "no identificados" daban vueltas a la Tierra, a unos 1000 kilómetros de altura. Entonces se lanzó la hipótesis de meteoritos, captados por la gravitación terrestre. Pero tal suposición fue rechazada por algunos científicos -como fue el caso del doctor La Paz, de la Universidad de California- que aclararon que "ningún meteorito podía ser frenado por la atracción terrestre". Esto era un grave contrasentido. La fuerza de gravedad de un astro actúa generalmente como un imán, haciendo caer a su superficie a cualquier cuerpo que se aproxime lo suficiente.

Un año más tarde -el 24 de abril de 1955- la Casa Blanca fue informada, a través del observatorio astronómico de Monte Palomar, de la presencia de uno de aquellos "meteoros". Ante el desconcierto general, se había "acercado. a. la Tierra hasta una altura de 50 kilómetros. El segundo, incomprensiblemente, había desaparecido...
Era evidente que no se trataba de meteoros.

A petición del presidente Eisenhower, el Comité de Seguridad Nacional de los Estados Unidos fue convocado en sesión especial y urgente. Todo el mundo pensaba en algún satélite ruso...

Después de analizar minuciosamente el tema, los norteamericanos coincidieron en que "aquello" no podía ser un satélite artificial soviético (recordemos que los rusos lanzaron su primer satélite en octubre de 1957).

Pero, si no se trataba de un meteoro, ni tampoco de un satélite artificial ruso o americano, ¿qué eran aquellos dos objetos que habían orbitado la Tierra a 1000 kilómetros?

El silencio -tupido como el plomo- fue la única respuesta para la sociedad norteamericana.

El 29 de julio de ese mismo año, el secretario de Prensa de la Casa Blanca, Jimmy Haggerty, anunció públicamente que Eisenhower había aprobado la construcción de un satélite artificial que gravitara alrededor del mundo. Y ante la sorpresa general, Kruschev se adelanta y afirma que los científicos rusos estarían dispuestos a colaborar con sus colegas norteamericanos.

¿Es qué los soviéticos habían considerado aquellos supuestos "satélites. como armas o ingenios de los Estados Unidos?

La sorpresa de unos y otros debió ser muy grande cuando los científicos supieron que los dos "objetos. que giraban en torno al planeta se movían a ¡28 000 kilómetros por hora!

Aquellos "satélites fantasmas" se desplazaban alrededor de la Tierra en una órbita polar, mientras que las usadas por rusos y americanos, al menos en los primeros años, lo hicieron siempre muy cerca del Ecuador.

Un "acompañante" para el Eco I

El 12 de agosto de 1960, como decía, apareció un nuevo satélite "no identificado". La primera observación tuvo lugar a través de la red de estaciones fotográficas, pertenecientes al Departamento de Estaciones Seguidoras del Espacio de la Grumman Aircraft Engineering Corporation. En aquella ocasión, el objeto escapé a las cámaras fotográficas.

Sin embargo, el 25 de ese mismo mes de agosto, el misterioso "satélite, era captado al fin. El 30 de noviembre se obtenían tres nuevos dichés, cubriendo cada cliché cerca de 20 grados de arco. Las cámaras utilizadas para ello fueron dc una gran precisión: una milésima de segundo.

Curiosamente, el movimiento del objeto podía compararse -en un principio- al de un satélite artificial humano (su órbita era bastante excéntrica, con un apogeo de 7560 km. y un perigeo de 540 km, en una trayectoria de Este a Oeste)."

El objeto, según los astrónomos y científicos que pudieron seguir su trayectoria, aparecía únicamente cuando empezaba a ser visible el famoso satélite norteamericano Eco 1, lanzado justamente el 12 de agosto...

Una vez más, seres "exteriores" vigilaban -y muy de cerca- todos y cada uno de los movimientos del hombre en su recién estrenada carrera espacial.

Pero aquello sólo era el principio. La década de los sesenta prometía muchas y formidables sorpresas...

Fuente: http://www.planetabenitez.com

Brasil: la "escuadrilla invisible"



Obsérvese en estas ampliaciones que, en la imagen de la derecha, los ovnis volaban a una velocidad más lenta que en la toma de la izquierda.

Otro asombroso caso de ovnis "invisibles". A mediados del mes de abril de 1970, el señor Eduardo Stokert había montado su cámara fotográfica frente a la bahía de Urca, muy cerca de Río de Janeiro, en Brasil. Stokert pretendía fotografiar el hermoso claro de luna sobre las tranquilas aguas de la ensenada. Para ello fue variando las aperturas, así como las velocidades de exposición.

Al revelar comprobó que sólo seis de los doce negativos habían sido impresionados correctamente. Y observó algo más: los dos primeros clichés -los números 11 y 12 de una película Kodak Plus Pan de 20 exposiciones- presentaban cuatro trazos paralelos, que reflejaban su luz en el agua. ¿Qué era aquello? Según Stokert, ni él ni los familiares que le acompañaban en aquellos momentos vieron esos objetos. Sin embargo, esos trazos pertenecían a "algo" que había volado en formación frente al objetivo de la máquina de Eduardo. Teniendo en cuenta que el tiempo de exposición para ambas tomas fue de 20 segundos, los especialistas dedujeron que los objetivos se movían a mayor velocidad en la primera de las imágenes, puesto que los trazos son más largos. La velocidad de la "escuadrilla invisible" en la primera foto fue calculada en unos 13 kilómetros a la hora.

Al comparar los dos negativos resulta evidente que los cuatro ovnis reflejaban una intensa luz sobre la bahía. Ello descarta totalmente cualquier tipo de reflejo luminoso. Mientras las luces de la Luna y de la ciudad permanecen fijas en ambas fotografías, la que emiten los objetos cambia de posición de la primera a la segunda toma, como puede comprobarse.

El documento gráfico, naturalmente, ha sido considerado como auténtico.

Fuente: http://www.planetabenitez.com

Argentina: el ovni absorbió el agua del río



Hacia el mes de enero de 1980 -la fecha no ha podido ser fijada con exactitud-, tres jóvenes argentinos vivieron una singular experiencia. Daniel Crescini, de 16 años, Federico Higa, de 18, y Gustavo Moreno, de 17, decidieron salir de excursión hacia el río Salí, en la provincia de Tucumán. Allí les esperaba «algo» desconcertante...

Marcelo Eduardo Pichel, investigador argentino, se entrevistó con los jóvenes salteños.

«El primer día -relató Crescini con gran nerviosismo­ lo pasamos bastante aburridos. No había peces hasta que llegaba la noche...

»Al día siguiente nos levantamos temprano y uno de los muchachos dijo que había tenido una pesadilla terrible y que, incluso, había creído que el suelo temblaba. No le hicimos caso y nos fuimos nuevamente a pescar. Pero tampoco tuvimos suerte. Nos pusimos entonces a jugar a las cartas y, casi al anochecer, sentimos que, en efecto, el suelo temblaba.

»Parecía un terremoto. Un ruido fortísimo parecía proceder del interior de la tierra. Empezamos a mirar hacia todas partes hasta que vimos un remolino de agua en el río. Estaba como a cincuenta metros de distancia. Aquello se levantaba desde la superficie del agua y ascendía, absorbido por un objeto plano y metálico que se mantenía estático a unos tres metros del río.»

«Tuvieron que patearme»

Federico Higa prosiguió la narración:

-Parecía inmóvil. No tenía luces ni ventanillas y no parecía girar sobre sí mismo. Por lo que yo sabía, esta clase de objetos siempre giran. Entonces le dijimos a Daniel que fuera a buscar la cámara fotográfica, para tratar de hacerle una foto.

Mientras tanto, Crescini, casi paralizado por lo que estaba viendo, fue hasta la tienda de campaña y recogió la máquina fotográfica -una Kodak 136- que estaba cargada con un rollo en color. Otro pequeño temblor le hizo perder el equilibrio mientras corría.

-Todos estábamos muy nerviosos -continuó Crescini­ y a uno de los muchachos le había empezado a sangrar la nariz. Yo no podía ni disparar. La visión del objeto me paralizaba... Mis amigos tuvieron que empujarme, y hasta me patearon para que terminara de hacer la foto. Y lo hice cuando el aparato empezaba ya a elevarse lentamente.

Mareados

En ese momento, los tres testigos sufrieron un leve mareo y se sintieron aturdidos. La verdad es que no logran recordar con precisión aquel instante.

-Parecía como si aquella «cosa» se hubiera dado cuenta de que la observábamos -agregó Higa-. En total, todo el avistamiento no duró más de cinco minutos. Después, el plato volador (o lo que fuera) fue impulsado súbitamente hacia arriba y se perdió en el cielo.

Los alrededores del río estaban desiertos. Los tres jóvenes sólo escucharon ese día unos disparos de escopeta (quizá de algunos cazadores que andaban por las proximidades), pero no hubo más testigos. En realidad, sólo ellos vivieron la impresionante experiencia.

-Nadie más vio el ovni -prosiguió Crescini-. Al desaparecer el objeto levantamos el campamento y, muy atemorizados, nos fuimos a Tucumán.

Muy nerviosos

Pararon a un automóvil y el chófer aceptó llevarles. Pese a su amabilidad, el conductor no consiguió entablar un diálogo con los muchachos. El hombre pareció adivinar que algo extraño les había sucedido...

Ya en Tucumán lograron calmarse y, al día siguiente, llevaron el rollo a revelar.

-El dueño del laboratorio -afirmaron- nos ofreció diez millones de pesos si se lo dejábamos, pero le dijimos que no, que lo queríamos de recuerdo.

Desde un principio los tres jóvenes sintieron miedo a que no les creyesen. Pero, cuando el dueño del laboratorio fotográfico les ofreció el dinero, las cosas cambiaron:

-Si él no se había burlado de nosotros -dijo Moreno--, ¿por qué iban a reírse los demás? Cuando, al fin, tuvimos la foto en nuestras manos ya no tuvimos la menor duda: aquella «cosa» que nos paralizó a la orilla del río no había sido una alucinación.

Al día siguiente, los muchachos sufrieron algunas crisis de nervios. Todas pasajeras. Moreno, concretamente, que casi no habló ante el investigador, afirma que volvió a tener pesadillas. Durante dos noches se despertó sobresaltado y con una gran angustia.

Por los datos suministrados por los testigos, y ante la evidencia fotográfica, no cabe duda de que el ovni existió. Según cálculos estimados -y con referencia a los árboles que aparecen al otro lado del río- el objeto debía tener unos 25 o 30 metros de diámetro, por otros tres o cuatro de alto en su parte más gruesa.

El documento gráfico, por supuesto, ha sido considerado como auténtico.

Fuente: http://www.planetabenitez.com

Alan Turner: “Los ovnis de Sopley no se debieron a un fallo de los radares”



Galardonado por la reina Isabel II con la Orden del Imperio Británico, Alan Turner es un veterano militar que ha sido objeto recientemente de una campaña de desprestigio por parte de cierta prensa de su país. ¿El motivo? Haber contado que en 1971 fue testigo de un misterioso avistamiento. MÁS ALLÁ ha hablado con él.

Por David Benito Del Olmo


El coronel de la Royal Air Force (RAF) Alan Turner relató en 1996 cómo vivió la captación de varios extraños objetos por los radares de las Fuerzas Aéreas británicas en el verano de 1971. Pero no ha sido hasta finales de 2008 cuando, tras rememorar el suceso en el congreso anual de ufología organizado por la revista británica UFO DATA, su caso ha tenido cierta repercusión. MÁS ALLÁ lo ha entrevistado para intentar arrojar algo de luz sobre un suceso silenciado durante casi cuarenta años.

COMPORTAMIENTO EXTRAÑO

Muchos años después del incidente, Alan Turner escribió un informe que entregó al veterano investigador del fenómeno OVNI David Beeper. El documento era un testimonio de lo sucedido en 1971. En aquella época Turner era el supervisor militar –había otro civil– en la base Sopley de la RAF. El protagonista de la historia no puede concretar con exactitud la fecha en que se produjo. Tan solo recuerda que era la tarde de un martes de julio. Este dato reduce las posibles fechas al 6, el 13, el 20 y el 27 de julio. En cualquier caso, aunque intentáramos encontrar el informe en los archivos de la RAF lo más probable es que hubiera desaparecido, dado el oscurantismo que existe en torno a este caso. El responsable civil de la base advirtió a Turner de que el radar estaba captando algo extraño en un lugar situado sobre el mar a 20 millas naúticas (aproximadamente 37 km) de distancia al Este del borde oriental del área de peligro de Salisbury Plain (sur de Inglaterra): seis o siete objetos voladores de procedencia desconocida que se desplazaban en dirección sureste y que estaban separados entre sí por unos 9 km. A una distancia de 40 millas (64 km) del punto de origen desaparecían para surgir de nuevo casi de forma inmediata en el punto del que habían partido. Alan Turner analizó los objetos con el radar FPS-6 Height Finder y descubrió que en el momento en el que los ovnis aparecían se desplazaban velozmente a una altura aproximada de 3.000 pies (914 m), mientras que cuando desaparecían se ubicaban a 60.000 pies (18.288 m) de altura, algo que por aquel entonces ni siquiera un avión de combate era capaz de lograr en tan solo 64 km.

MÁS TESTIGOS

Turner y el responsable civil de la base no fueron los únicos testigos del incidente. Como veremos, también pudieron presenciarlo cuatro controladores aéreos civiles y seis militares. Sin un minuto que perder, Alan hizo una llamada a la unidad de radar del aeropuerto de Heathrow (Londres) para preguntar a sus empleados qué mostraban los monitores que tenían delante: la misma escena. También se vivieron momentos de nerviosismo en la sala de control de Operaciones de Combate de la RAF en Neatishead ante las anomalías que captaban los radares. –“Definitivamente, no fue un fallo de los radares –explica Alan Turner–, pues, a la vez que los ovnis, los aparatos siguieron mostrando todos los aviones civiles y militares que estábamos controlando en ese momento. Hay que recordar que Heathrow, Neatishead y el Canberra (un bombardero de doble motor) vieron lo mismo. Cada uno de ellos utilizaba un radar diferente. Había seis radares en tierra, cada uno con un diseño y una frecuencia distintos, así como el radar que transportaba el Canberra”.

A pesar de que la previsión meteorológica para el sur de Inglaterra era de total normalidad, Alan Turner telefoneó a la Oficina de Información Meteorológica para informarse sobre la velocidad del viento. Aparte de decirle que no sucedía nada extraordinario, le confirmaron que en ese momento no había en esa zona globos sonda que explicaran la aparición de los misteriosos objetos. Ni la fuerza ni la dirección del viento podían ser la causa del extraño comportamiento de los objetos. Según Turner, las características de aquella tarde permiten descartar que se produjera un fenómeno conocido como “eco de ángel”, que había sido bastante frecuente en aquella época. Consiste en que el radar registra un objeto volador de cuya existencia no se tiene constancia y cuyo origen atribuyen los científicos a bandadas de pájaros, insectos o determinadas condiciones meteorológicas. Además, los ovnis se movían sin rumbo fijo. –“No tengo ni idea de lo que eran esos extraños objetos. Lo que sí puedo asegurar es que no eran aviones Lightning, que eran los únicos que podían alcanzar esa altitud en aquella época”, insiste Turner.

APROXIMACIÓN AÉREA


En el momento en el que los radares estaban captando las anomalías, dos Canberras regresaban a Reino Unido procedentes de Alemania. Turner pidió al piloto de uno de ellos que se acercara al punto exacto en el que los radares ubicaban los objetos para comprobar qué estaba ocurriendo. El otro avión tuvo que proseguir su camino porque apenas le quedaba combustible en el depósito. El Canberra que se dirigió hacia los ovnis volaba a unos 19.000 pies (5.800 m) de altitud. Cuando llegó a menos de una milla se vivieron unos minutos de nerviosismo. –“Tanto el piloto del Canberra como su acompañante observaron algo en los radares que ascendía con una gran rapidez, pero no tuvieron contacto visual con el objeto a pesar de que estaban tan solo a un cuarto de milla de distancia y que la visibilidad era perfecta”, recuerda Turner.

Los extraños objetos captados por el radar tardaron en desaparecer unos veinte minutos. Alan Turner se hizo con los registros del radar y el vídeo, al tiempo que efectuaba las anotaciones pertinentes en el registro. Cada una de las personas que estuvo presente en la sala de operaciones durante el incidente tuvo que presentar, obligatoriamente, un informe detallado sobre todo lo ocurrido.

OSCURANTISMO MILITAR

A los dos días de este episodio, Alan Turner fue entrevistado por dos hombres, cuya identidad no revelaron, en la oficina del Squadron Leader [un alto cargo de la RAF]. A todos los que habían estado presentes en la sala de operaciones se les ordenó tajantemente que guardaran silencio hasta que el asunto se hubiera aclarado. Al cabo de cuatro años, el comandante de la base de la RAF en Wattisham, en cuyo centro de control de radares trabajaba Turner, le notificó que, al no haber encontrado una explicación al incidente de Sopley, el Ministerio de Defensa británico (MoD) pondría en duda cualquier declaración que hiciera al respecto. –“No tengo ni idea de si el Gobierno está ocultando información, aunque, si fuera así, no sería la primera vez”, opina Turner sobre la postura oficial respecto a incidentes de este tipo. Según el coronel, mientras estaba en la RAF tuvo noticia de muchos otros casos similares de boca de sus compañeros: –“Yo en concreto no he vuelto a vivir otro suceso como este, pero conozco a varias personas que sí. Algunos de mis colegas han visto cosas raras en los radares.

A raíz de que yo hablara del incidente de Sopley, un amigo me llamó para decirme que recordaba lo ocurrido porque él también estaba allí cuando sucedió, aunque no se encontraba de servicio. Me contó otros sucesos de esta naturaleza que había presenciado en la región de East Anglia en el año 1967, a los que tampoco les habían podido dar una explicación. Este amigo aún está pensándose seriamente si merece la pena contar sus propias experiencias”. No resulta extraña su reticencia si se tiene en cuenta lo que ha sucedido con Alan Turner, quien, pese a que siempre ha sido muy prudente a la hora de hacer declaraciones, ha sido objeto de una campaña de desprestigio por parte de varios medios de comunicación. –“Varias publicaciones británicas han tergiversado mi historia. No han obrado correctamente”, denuncia. Pese a todo, corrobora cada una de sus palabras. El temor a ser objeto de burla mantiene también en silencio a otros miembros de la RAF: –“Existen numerosos casos en los que los pilotos y los controladores han observado cosas muy extrañas –concluye Turner–, pero ninguno se ha atrevido a decir que lo que había visto era un ovni. Al igual que yo, estas personas mantienen la mente abierta en relación con este asunto, pero no hay que olvidar que, si narran sus experiencias, su integridad profesional puede verse seriamente perjudicada. Por eso suelen guardar silencio sobre el tema”.

EL PERFIL

Alan Turner recaló en 1966, a la edad de 25 años, en la Royal Air Force (RAF), donde trabajó como controlador de tráfico aéreo. Su destino fue la base Sopley de la RAF, situada en el condado de Hampshire (sur de Inglaterra), que durante la II Guerra Mundial había hecho funciones de búnker. Cuando dejó de utilizarse como tal se convirtió en Unidad de Radar de Control del Tránsito Aéreo (ATCRU) hasta 1974. Después esta unidad –que era de carácter tanto civil como militar– fue trasladada a West Drayton, al oeste de Londres. Alan Turner estuvo destinado en otros emplazamientos hasta que en 1990 se hizo cargo de la Escuela Central de Control de Tráfico Aéreo (ATC). En 1995, tras diagnosticársele una esclerosis múltiple, se vio obligado a retirarse con el rango de coronel de Aviación. Su ejemplar trayectoria profesional hizo que fuera galardonado con la medalla de la Orden del Imperio Británico por la reina Isabel II de Inglaterra.

UN SUCESO INEXPLICABLE...para un militar experimentado

Pese a su larga experiencia en las Fuerzas Aéreas británicas, Alan Turner no halla explicación para el suceso de 1971: “Por aquel entonces los aviones no podían ascender a tanta velocidad. El hecho de que los ovnis fueran vistos en las pantallas de tres radares de tierra, además de en las de otro en el aire –el del bombardero que se acercó al punto exacto del incidente– también supone un misterio. Asimismo, las condiciones meteorológicas eran óptimas: el cielo estaba libre de nubes y la visibilidad era de al menos cinco millas náuticas”.

¿VIDA EXTRATERRESTRE?

Una cuestión de probabilidades Alan Turner nos transmitió su opinión sobre la posibilidad de que los ovnis sean de origen extraterrestre: “Me considero una persona de mente abierta respecto al fenómeno OVNI, ya que me parece muy arrogante pensar que somos los únicos seres inteligentes en el Universo. Si el ojo humano pudiera divisar un millón de estrellas en el cielo nocturno, el 10% de ellas tuviera un sistema solar como el nuestro, el 10% de estos últimos poseyera un sol como el nuestro y, finalmente, en alrededor del 10% de este tipo de estrellas orbitara algún planeta con una composición química similar a la de la Tierra, habría cientos de lugares en los que una forma de vida similar a la nuestra sería posible”.

LA CURIOSIDAD

Una de las circunstancias que Alan Turner teme que utilizarán para desprestigiarle es el hecho de que no recuerda exactamente la fecha en la que se produjo el incidente del que fue testigo. En una carta fechada el 10 de noviembre de 2007 se disculpó por ello. En cualquier caso, tiene las ideas muy claras: “Mantengo lo que dije que vi porque sé lo que vi”.

Fuente: http://www.masalladelaciencia.es

Navidad de los ovnis en 1980



Algunas de las páginas más importantes y desconcertantes de la historia de la ufología moderna se escribieron en la Navidad de 1980, cuando se produjeron dos casos de encuentros cercanos con ovnis en los que el factor militar desempeñó un papel protagonista: los expedientes CashLandrum y Rendlesham.

Por José Gregorio González

"Sentí que me estaba quemando por dentro. La luz me cegaba tanto que no era capaz de ver lo suficiente para mover el coche hacia atrás. Tenía miedo de moverlo hacia adelante y acercarlo al objeto.” Las palabras de Betty Cash, que a sus cincuenta años podía presumir de haber sacado adelante un próspero café y una tienda en Dayton (Texas, EE.UU.), no dejan lugar a dudas acerca de la intensidad del encuentro cercano con un ovni que acababa de protagonizar junto a Vicky Landrum, de 57 años, y su nieto Colby, de 7 años.

Diamante volador

Todo comenzó en torno a las nueve de la noche del 29 de diciembre de 1980 cuando circulaban en coche por la carretera FM 1485. Hasta ese momento nada podía hacerles presagiar que a escasos kilómetros de Huffman (Texas) se iban a topar de bruces con el misterio, primero en la forma de una luz lejana a la que no dieron excesiva importancia y, minutos más tarde, en la de un objeto con aspecto de diamante que volaba siguiendo el trazado de la carretera. Dicho objeto terminó situándose a unos 40 m de distancia del Oldsmobile conducido por Betty, quien no tuvo más remedio que echar el freno para contemplar la singular escena. Aquella mole voladora se alejaba por completo de los estereotipos de ovnis más comunes, dado que a su inusual forma de diamante gris metálico se sumaba el estrepitoso ruido y las fulgurantes llamaradas que despedía. Tal y como explicaría poco después Vicky, aquello “emitía un sonido muy fuerte, como el de un lanzallamas, intercalado con pitidos agudos y con la intensidad de los cohetes del transbordador espacial cuando despega”. La reacción de la señora Cash fue inmediata. Tras detener el coche, se bajó del mismo para observar con más detalle el diamante volador; la siguieron Vicky y su nieto, pero el temor hizo que el pequeño Colby regresara al instante al coche, logrando que su abuela también entrara un par de minutos después. Esta circunstancia se convertiría en crucial a la hora de evaluar los efectos fisiológicos que la observación causó en los testigos, de mayor intensidad en función de la mayor cercanía y mayor tiempo de exposición al calor que irradiaba el objeto. Al cabo de diez minutos, las llamas se apagaron y el diamante grisáceo ganó altura poco a poco y se alejó en dirección sudeste, hacia del Golfo de México. Ya en el coche, Cash y sus acompañantes continuaron su viaje hasta detenerse frente a un cementerio local, desde donde contemplaron otra escena inaudita: el aparato estaba siendo escoltado o seguido de cerca por al menos 23 helicópteros de doble pala o rotor, un modelo que las testigos identificarían como el CH47 Chinook. Sin duda, parecía cosa de militares. Y, puesto que nadie les iba a creer, optaron por guardar silencio. Las características “terrenales” del objeto observado y la presencia de helicópteros usados por el Ejército llevaron a Betty, una vez pasada la fase aguda del avistamiento, a comunicarse con el Centro Espacial Johnson de la NASA para intentar averiguar qué había ocurrido. Desde este derivarían la llamada al ingeniero de la McDonnell Douglas y subdirector de la mítica MUFON, John Schuessler, quien se convertiría en el más preciso investigador del caso. En 1985 el juez de la Corte del Distrito Federal de Houston Ross Sterling puso punto y final a la demanda que las testigos habían presentado contra el Gobierno federal reclamando 20 millones de dólares por su responsabilidad en los trastornos de salud que sufrieron después del suceso. Era el final de cuatro años de investigaciones en los que, aunque se verificó sobradamente el caso, no se logró probar que aquellos helicópteros pertenecieran a las Fuerzas Aéreas estadounidenses. El misterio continúa.

Encuentro en el bosque

La Navidad de 1980 marcó también un antes y un después en la vida de un nutrido grupo de militares de las bases de Bentwaters y Woodbridge, enclaves de alta seguridad ubicados a poca distancia de Ipswich, muy cerca de la costa británica de Suffolk. Durante años y hasta su desmantelamiento las instalaciones estuvieron bajo el mando de la OTAN y ocupadas por la US Air Force, circunstancias que contribuyeron a dar una relevancia aún mayor a los inexplicables avistamientos y a las experiencias protagonizadas por al menos una decena de militares. El calibre de unos hechos que ocurrieron en plena Guerra Fría, la existencia de testigos civiles, los registros de radar y radiactividad, la intervención de la policía británica y la implicación de personal militar fuera de su territorio nacional son ingredientes que justifican con creces que este sea considerado el caso más importante de la ufología en el Reino Unido. No obstante, también ha sido un nido de confusión permanente, en el que han convivido el silencio oficial con testimonios extravagantes que hablan de alienígenas, abducciones y missing time.

Los radares de Neatishead y Watton verificaron señales que superaban las prestaciones de los mejores aviones de la RAF y la USAF, y la mayoría de los testigos terminarían siendo ubicados en nuevos destinos. Oficialmente todo arrancó a las 3 de la mañana del 26 de diciembre cuando el guardia de seguridad John Burroughs y el sargento Steffens contemplaron unas luces desconocidas evolucionando en el bosque de Rendlesham. Sospechando que podría tratarse de un avión en apuros que había colisionado en la zona, pasaron aviso al Centro de Seguridad Central de la base, desde donde partieron a su encuentro el sargento Jim Penniston y el policía de seguridad Edgard N. Cabansag, que desde la distancia se convertirían también en testigos de las luces. Serían Burroughs y Penniston quienes se internarían finalmente en el bosque y se encontrarían cara a cara con un objeto cónico, casi piramidal, que parecía flotar a escasos centímetros del suelo, aunque por momentos daba la impresión de sostenerse sobre tres finas patas o soportes. El objeto, de 3 m de altura por 3 m de base, parecía de cristal. Emitía luces de distintos colores y mostraba en un lateral unos símbolos negros indescifrables, al tiempo que el entorno parecía cargado de electricidad, lo que generaba una sensación de ralentización. En un momento determinado el festival de luces aumentó y el objeto se elevó hasta desaparecer. En palabras de Penniston, el ovni despegó “sin hacer absolutamente ningún ruido, lo que denota su alta tecnología, y maniobró sobre los árboles, los sobrevoló momentáneamente y después salió disparado a una velocidad increíble”.

Al amanecer se descubrirían en el lugar tres marcas equidistantes en el suelo helado, de 2 m de radio por 50 cm de profundidad, que parecían haber sido dejadas por el objeto.

Nuevo avistamiento

El caso se convirtió en la comidilla de las bases. Pero los fenómenos no habían hecho más que comenzar. Dos noches más tarde las luces volvieron a ser vistas en el mismo lugar. En esta ocasión fue el teniente coronel Charles Halt quien se hizo cargo del asunto, dispuesto a aclararlo, y se dirigió a la zona junto a los sargentos Nevells y Robert Ball y el teniente Bruce Englund. Todos se convertirían en testigos de un inaudito festival de luces que llevarían a Halt a redactar un memorándum de los hechos el 13 de enero de 1981, un documento revelador para el Ministerio de Defensa de Estados Unidos que pasaría a la historia al ser desclasificado años más tarde. La patrulla de Hall detectó niveles de partículas beta/ gamma diez veces superiores a lo normal y registró a tiempo real en cinta magnetofónica lo que estaban viviendo: “Estamos viendo la cosa. Estamos probablemente a una distancia de entre 1.500 y 2.500 metros. Se parece a un ojo parpadeante. Se está moviendo todavía de lado a lado. Cuando la enfoco con el aparato de visión nocturna, la cosa presenta un centro hueco, oscuro. Es un poco como la pupila de un ojo, y el resplandor es tan brillante que casi quema el ojo”.

Es fácil hacerse una idea de lo que sucedió en ese bosque sembrado de patrullas militares y de luces que se movían vertiginosamente de un lado para otro emitiendo finos rayos de luz que se detenían a los pies de los testigos. Las indagaciones políticas al más alto nivel entre los gobiernos implicados no han permitido dar una explicación a los hechos, aunque desde las filas escépticas se han planteado hipótesis parciales para dar sentido a fenómenos que no parecen tenerlo, fundamentadas todas en la confusión colectiva de los testigos con faros, luces de coches de policía, la reentrada del satélite ruso Cosmos 749, meteoritos, etc. Otras propuestas apuntan al improbable accidente de algún prototipo e incluso a un posible experimento para estudiar las reacciones de los militares, aunque salta a la vista que el cualificado testimonio de estos señala un despliegue tecnológico que a todas luces parecía de otro mundo.

Efectos secundarios

Los días siguientes se convirtieron en una auténtica pesadilla para las testigos adultas del ovni de Texas, pues presentaban síntomas parecidos a los derivados de una exposición a una fuente radiactiva: dolor de cabeza, náuseas y vómitos, ojos inflamados, enrojecimiento cutáneo y grandes ampollas que acabarían en heridas abiertas configuraban el cuadro clínico de Betty cuando ingresó el 3 de enero de 1981 en el Hospital Parkway. El pelo se le desprendía por varias zonas, algo que en menor medida también le ocurriría a Vicky, quien también tenía quemaduras y algunos síntomas más. Con el tiempo desarrollaría cataratas, mientras que Betty padecería cáncer. Por suerte, el pequeño Colby simplemente tuvo pesadillas.

Fuente: http://www.masalladelaciencia.es